SUENA LA COMPARZA

Carnaval todas las noches, por lo menos seis, pero que parezcan eternas. Unquillo abrió ayer el tiempo redondo de sus corsos anuales, fiesta mayor de las Sierras Chicas que reúne cada año a decenas de miles de locales y visitantes en procesión de mascaritas, purpurina y espuma loca. Las pocas cuadras de la avenida central de la localidad, copada por familias y barras de amigos, se veía desde temprano intervenida por un rosario de puestos de comida (gaseosas desde cuatro pesos, una pizza por 16, la cerveza desde nueve) y vendedores ambulantes de juguetes y souvenirs, todo enmarcado por el cotillón de rigor, los banderines y las sillas en la vereda de algunos unquillenses dispuestos al trasnoche con mate en mano. Con ellos, la primera señal de que todo lo que iba a pasar en esa primera noche necesitaba ser visto de cerca, por muchos y durante el mayor tiempo posible. Al cierre de esta edición, sobre la una y media de la madrugada, se esperaba la actuación del Negro Rada, el número más fuerte de la programación y que anoche concentró audiencia con ganas de candombe. Familiar y divertido. El surtido de disfraces comenzó hacia el final de la tarde, con el desfile de los chicos. El paisaje de juego es también el que mejor le queda a la versión serrana de carnaval, un poco por el perfil familiar de sus asistentes y otro por cierta cualidad amateur en la competencia de disfraces y carrozas. También en ese código, el entusiasmo de los chicos subidos a los acoplados, vestidos de criaturas fantásticas y estridentes consigue activar la distancia entre lo que se mira y lo que no se debe mirar: una selva con King Kong y sus monitos, un cuarteto de corceles blancos y princesas etéreas, un dragón, o la procesión de tractores que tiran de todos ellos, con choferes sin muchas ganas de disimular el cansancio. Pasada la medianoche, el predio cerrado de los corsos comenzaba a tomar la fisonomía de la fiesta popular en la que se convertiría hasta entrada la madrugada. Alicia Poletto en el escenario, tenía la tarea de animar el tiempo de espera entre las carrozas, repetir la programación y mantener el centro de atención en lo que pasaba sobre avenida San Martín. La noche ascendió en la curva del entusiasmo por seguirle el tren a las comparsas y sus reinas. Fiesta de colores y permisos imposibles en otra época del año. Los chicos lo usaron sobre todo para pintar con espuma lo que les cruzara, hasta los carteles de empanadas, los perros atolondrados por las luces y el ruido, o los puñados de chicas vestidas para el baile. La espuma oficial se vende a seis pesos en el predio y si uno devuelve cinco envases vacíos consigue más espuma gratis. Para que no decaiga o para vencer hasta al último resistente a la prepotencia del juego, único peaje para ingresar al ritual y mantener viva la llama de Momo. Lo que se mira no se vive, entonces alguna parte del cuerpo deberá ser mojada por un rato si se quiere ser parte. En el fondo de la avenida, justo donde empieza la feria de artesanos, la proa de un barco de botellas vacías tiene una pancarta que dice “Morirse es Unquilombo”. Explica su guardián que está dedicada al difunto Rony, artista y colaborador voluntario en muchas de las hasta ahora 71 ediciones de los corsos municipales. El gesto es suficiente para que la invocación conmueva y toque una cuerda que propulsa la fiesta. A festejar entonces, hasta que se acabe el mundo. Programa, precios, horario Hoy: bandas de rock, Treco Beleza, Buenabares. Mañana: La Fiesta, hip hop. Viernes 13: QV4, Toliat, acrobacia en tela, Taquepela. Sábado 14: noche de murgas, puesta en escena de Faunas del Carnaval. Domingo 15: La Barra, elección de reina, carroza y disfraces, banda Rebelde. Todas las noches desfile de carrozas y candidatas a reina, presentación de murgas y corso infantil. Precios: cada noche, 6 pesos; abono para las seis noches, 18 pesos Horarios: corso infantil; desde las 20.30; corso principal, desde las 22.

Fuente: La Voz